Créditos: ACS Nano, DOI: 10.1021/acsnano.5b00706 |
Para conseguirlo, el cristal interactúa con la lluvia y el viento, dos elementos habituales en la ciudad en la que vivo, con una capa exterior que contiene nanogeneradores que capturan la carga eléctrica positiva contenida en las gotas de lluvia, que la obtienen por la fricción con el aire en su caída desde las nubes, mientras que una segunda capa contendría dos finas laminas de plástico separados por minúsculos muelles que, por efecto de la presión producida por el viento sobre el cristal, se tocarían entre si, produciendo una corriente eléctrica.
El cristal resultante es completamente transparente, pero toma una tonalidad azulada (que no impide la visión a través del mismo) mientras genera hasta 130 miliwatios de carga por metro cuadrado, que no es suficiente para alimentar un frigorífico, pero si podría serlo para un router inalámbrico, que es una de las utilidades propuestas por los desarrolladores para el nuevo material.
El siguiente paso sería buscar una manera de almacenar la energía generada, para poder usarla cuando sea necesario, usando nanocondensadores integrados en el cristal (también transparentes).
Fuente: Phys.org vía Extremetech
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